-Tráeme a la Heredera del Poder*.- Esas fueron las palabras exactas del hombre sentado en el trono.
Inmediatamente, Lord Xelsen agarró del brazo a Victoria y tiró de ella. Estaba confusa, pero sabía que debía alejarse costara lo que costase de aquel hombre siniestro.
Sin embargo, por mucho que se retorció no consiguió nada.
-¡Si no vais a cumplir la promesa no tengo por qué portarme bien!-
Por cada paso que daba y se acercaba al hombre oscuro, más se reía este. Parecía estar loco, ¿de qué conocería aquel hombre a sus padres y adónde las habían llevado? Además... ¿Quién era él y por qué transmitía esos horribles sentimientos?
No era momento para dudar, debía huir, sentía que si el hombre conseguía lo que quería ocurriría algo muy malo.
Solo le faltaban unos escalones para encontrarse frente a él, se estaba levantando del trono y por primera vez se fijó en que, a aquel hombre, le faltaban un brazo y un ojo. Su brazo izquierdo estaba reemplazado por una enorme cuchilla negra y su ojo, también izquierdo, estaba cubierto con un feo parche. Una gruesa cadena negra le recorría el cuerpo, iba desde el tobillo derecho hasta su cuello, pasando por el pecho. Tenía un candado situado justo donde estaría el corazón de una persona normal.
Apenas se podía mover con ella, pero parecía que eso no iba a ser por mucho tiempo, por algunas partes estaba desgastada. Daba la sensación de que podrían romperse en cualquier momento.
-¿Te gustan mis cadenas? Es a lo que estoy condenado gracias a tus antepasados. Pero si consigo tu poder... Si consiguiese acabar contigo... ¡Sería libre!- Su expresión se tornó más sombría y loca.-Todo lo que he hecho durante miles de años, todo lo que sigo haciendo...- Poco a poco iba acercando la mano que tenía entera hacia el rostro de Victoria y por mucho que se resistía y debatía ella, no podía escapar.
Pero ocurrió lo inesperado. Celeste, que había estado todo el tiempo quieta y encogida en el suelo, se había levantado y, sin que nadie se diese cuenta había recortado la distancia y se había situado justo entre Victoria y el hombre siniestro.
Parecía que habían bajado la guardia unos segundos y esos segundos fueron suficientes para que Celeste lograse aquello.
Paró el avance de la mano de aquel loco con la muñeca.
Todos se quedaron mirando sorprendidos y sin comprender del todo aquella escena, los segundos pasaban lentos y como si de una eternidad se tratasen, hasta que el hombre de las cadenas volvió a reírse.
-¿Te gustan los jueguecitos? A mí también...-
Victoria tenía un mal presentimiento. Intentó de nuevo liberarse de su agarre, pisó el pie de Lord Xelsen y acto seguido le dio un fuerte codazo en su entrepierna, era su oportunidad, el hombre había caído al suelo y estaba retorciéndose de dolor.
Agarró a Celeste y tiró de ella hacia un lado, debían salir de allí. Pero algo le ocurría a la otra chica, una vez estuvieron suficientemente alejadas de los dos hombres, se dio la vuelta y la miró. Estaba agarrándose la muñeca derecha, aquella que había tocado el hombre de las cadenas.
-¿Estás bien..? Lo siento, pero debemos salir de aquí...-
Celeste mostró su rostro, estaba sudando y llorando, tenía expresión de dolor. Entonces le acercó su muñeca y le enseñó el motivo de que estuviese así. Tenía una marca, como un tatuaje en forma de hilo negro que rodeaba la zona que había tocado el hombre, toda la zona afectada estaba algo hinchada y amoratada.
-Duele...-
Victoria no se esperaba tal cosa, ¿Qué le había hecho a la pobre chica?-No te preocupes... Te sacaré de aquí.-
-¡Ya está bien de tanta tontería! ¡Lord Xelsen, encárgate de ellas!-
-Por supuesto, señor.- El hombre del bastón se había recuperado a duras penas del golpe de Victoria y estaba apuntándolas con su arma.
Tenía que hacer algo y rápido, pero qué podía hacer...
De pronto una idea asaltó su mente, aquello podía ser su única esperanza. Extendió los brazos y se concentró. Sus manos desprendieron un destello que crecía y volvía a su forma sucesivamente, hasta que brilló muy intensamente durante un momento y se apagó.
Lo había conseguido, no sabía cómo pero lo había hecho, por fin... Se acordó de lo que hizo en la cueva con los gólem y pudo volver a hacerlo.
-¿Piensas que con esa lucecita vas a conseguir algo? Patético...- El hombre del trono podía moverse libremente, todo lo libre que le permitían las cadenas, claro.
¿No había funcionado con ellos..? ¿Por qué..?
-Lord Xesel, acaba ya con estas mocosas. No sé cómo esta deshonra puede hacerse llamar "Heredera del Poder"*.-
El otro hombre no reaccionaba.
-¿Me oyes? ¡¿Por qué no haces nada?! No puede ser... ¿Te ha afectado eso..?-
Seguía inmóvil, sin mover un solo músculo.
-¡Inútil, eso es lo que eres!-
-Vamos Celeste, es nuestra oportunidad.-Victoria agarró a la muchacha y la arrastró escaleras abajo, llegaron a la puerta, la abrió como pudo, salieron y la cerró con ayuda de las fuerzas que le quedaban.
-Victoria... Creo que estoy mejor.-
-Me alegra saberlo.-
-Tenemos que irnos.-
-Sí, eso que he hecho no durará mucho. Pero... ¿Qué hacemos?-
Celeste la miró indecisa y nerviosa.-Creo... Creo que sé cómo, aunque preferiría no hacerlo.-
La Heredera del Poder* puso sus manos en los hombros de Celeste, como muestra de apoyo.-No pasa nada, encontraremos otra manera.-
-No, esta es la más rápida y segura, aunque esté prohibida.-
Victoria comprendió entonces lo que se proponía la chica.
-Necesito concentrarme un momento, no tardaré.-
-Eso espero, esos tipos no tardarán en venir a por nosotras... ¿Segura que puedes hacerlo? ¿Te encuentras mejor?-
-Sí, ¡no me subestimes! Acércate.- Celeste cerró los ojos y respiró profundamente después de que Victoria tocase uno de sus hombros.
Un aura rosa envolvió a la chica y tras unos segundos todo se volvió oscuro. Victoria volvió a perder el conocimiento.