sábado, 26 de marzo de 2016

·Capítulo 36: El mal ·

-Tráeme a la Heredera del Poder*.- Esas fueron las palabras exactas del hombre sentado en el trono.
Inmediatamente, Lord Xelsen agarró del brazo a Victoria y tiró de ella. Estaba confusa, pero sabía que debía alejarse costara lo que costase de aquel hombre siniestro.
Sin embargo, por mucho que se retorció no consiguió nada.
-¡Si no vais a cumplir la promesa no tengo por qué portarme bien!-
Por cada paso que daba y se acercaba al hombre oscuro, más se reía este. Parecía estar loco, ¿de qué conocería aquel hombre a sus padres y adónde las habían llevado? Además... ¿Quién era él y por qué transmitía esos horribles sentimientos?
No era momento para dudar, debía huir, sentía que si el hombre conseguía lo que quería ocurriría algo muy malo.
Solo le faltaban unos escalones para encontrarse frente a él, se estaba levantando del trono y por primera vez se fijó en que, a aquel hombre, le faltaban un brazo y un ojo. Su brazo izquierdo estaba reemplazado por una enorme cuchilla negra y su ojo, también izquierdo, estaba cubierto con un feo parche. Una gruesa cadena negra le recorría el cuerpo, iba desde el tobillo derecho hasta su cuello, pasando por el pecho. Tenía un candado situado justo donde estaría el corazón de una persona normal.
Apenas se podía mover con ella, pero parecía que eso no iba a ser por mucho tiempo, por algunas partes estaba desgastada. Daba la sensación de que podrían romperse en cualquier momento.
-¿Te gustan mis cadenas? Es a lo que estoy condenado gracias a tus antepasados. Pero si consigo tu poder... Si consiguiese acabar contigo... ¡Sería libre!- Su expresión se tornó más sombría y loca.-Todo lo que he hecho durante miles de años, todo lo que sigo haciendo...- Poco a poco iba acercando la mano que tenía entera hacia el rostro de Victoria y por mucho que se resistía y debatía ella, no podía escapar.
Pero ocurrió lo inesperado. Celeste, que había estado todo el tiempo quieta y encogida en el suelo, se había levantado y, sin que nadie se diese cuenta había recortado la distancia y se había situado justo entre Victoria y el hombre siniestro.
Parecía que habían bajado la guardia unos segundos y esos segundos fueron suficientes para que Celeste lograse aquello.
Paró el avance de la mano de aquel loco con la muñeca.
Todos se quedaron mirando sorprendidos y sin comprender del todo aquella escena, los segundos pasaban lentos y como si de una eternidad se tratasen, hasta que el hombre de las cadenas volvió a reírse.
-¿Te gustan los jueguecitos? A mí también...-
Victoria tenía un mal presentimiento. Intentó de nuevo liberarse de su agarre, pisó el pie de Lord Xelsen y acto seguido le dio un fuerte codazo en su entrepierna, era su oportunidad, el hombre había caído al suelo y estaba retorciéndose de dolor.
Agarró a Celeste y tiró de ella hacia un lado, debían salir de allí. Pero algo le ocurría a la otra chica, una vez estuvieron suficientemente alejadas de los dos hombres, se dio la vuelta y la miró. Estaba agarrándose la muñeca derecha, aquella que había tocado el hombre de las cadenas.
-¿Estás bien..? Lo siento, pero debemos salir de aquí...-
Celeste mostró su rostro, estaba sudando y llorando, tenía expresión de dolor. Entonces le acercó su muñeca y le enseñó el motivo de que estuviese así. Tenía una marca, como un tatuaje en forma de hilo negro que rodeaba la zona que había tocado el hombre, toda la zona afectada estaba algo hinchada y amoratada.
-Duele...-
Victoria no se esperaba tal cosa, ¿Qué le había hecho a la pobre chica?-No te preocupes... Te sacaré de aquí.-
-¡Ya está bien de tanta tontería! ¡Lord Xelsen, encárgate de ellas!-
-Por supuesto, señor.- El hombre del bastón se había recuperado a duras penas del golpe de Victoria y estaba apuntándolas con su arma.
Tenía que hacer algo y rápido, pero qué podía hacer...
De pronto una idea asaltó su mente, aquello podía ser su única esperanza. Extendió los brazos y se concentró. Sus manos desprendieron un destello que crecía y volvía a su forma sucesivamente, hasta que brilló muy intensamente durante un momento y se apagó.
Lo había conseguido, no sabía cómo pero lo había hecho, por fin... Se acordó de lo que hizo en la  cueva con los gólem y pudo volver a hacerlo.
-¿Piensas que con esa lucecita vas a conseguir algo? Patético...- El hombre del trono podía moverse libremente, todo lo libre que le permitían las cadenas, claro.
¿No había funcionado con ellos..? ¿Por qué..?
-Lord Xesel, acaba ya con estas mocosas. No sé cómo esta deshonra puede hacerse llamar "Heredera del Poder"*.-
El otro hombre no reaccionaba.
-¿Me oyes? ¡¿Por qué no haces nada?! No puede ser... ¿Te ha afectado eso..?-
Seguía inmóvil, sin mover un solo músculo.
-¡Inútil, eso es lo que eres!-
-Vamos Celeste, es nuestra oportunidad.-Victoria agarró a la muchacha y la arrastró escaleras abajo, llegaron a la puerta, la abrió como pudo, salieron y la cerró con ayuda de las fuerzas que le quedaban.
-Victoria... Creo que estoy mejor.-
-Me alegra saberlo.-
-Tenemos que irnos.-
-Sí, eso que he hecho no durará mucho. Pero... ¿Qué hacemos?-
Celeste la miró indecisa y nerviosa.-Creo... Creo que sé cómo, aunque preferiría no hacerlo.-
La Heredera del Poder* puso sus manos en los hombros de Celeste, como muestra de apoyo.-No pasa nada, encontraremos otra manera.-
-No, esta es la más rápida y segura, aunque esté prohibida.-
Victoria comprendió entonces lo que se proponía la chica.
-Necesito concentrarme un momento, no tardaré.-
-Eso espero, esos tipos no tardarán en venir a por nosotras... ¿Segura que puedes hacerlo? ¿Te encuentras mejor?-
-Sí, ¡no me subestimes! Acércate.- Celeste cerró los ojos y respiró profundamente después de que Victoria tocase uno de sus hombros.
Un aura rosa envolvió a la chica y tras unos segundos todo se volvió oscuro. Victoria volvió a perder el conocimiento.

·Capítulo 35: Capturadas ·

Al abrir los ojos, a Victoria le costó acostumbrarse a la luz, o más bien, a la poca presencia de esta. Cuando pudo observar mejor, vio que estaba recorriendo un pasillo, pero no de una forma normal, estaba flotando en el aire. Se giró un poco y vio a la chica  de cabello celeste, flotando junto a ella, con expresión de rabia en su mirada.
-Buenas, veo que estás de vuelta. Menuda Heredera del Poder*... No aguantas un simple teletransporte, creo que por eso, hasta la fecha, los anteriores Herederos del Poder* fueron hombres y no simples mujeres.-
Se giró más todavía para poder ver a quién había hablado, aunque ya sospechaba quién era.
-¿Quieres moverte?- El hombre agitó la mano donde llevaba el bastón y Victoria se giró en el aire hasta quedar mirando al hombre de cabello azul oscuro a la cara.
Cada palabra que pronunciaba le retumbaba en la cabeza, le dolía horrores y, además, se dio cuenta de que apenas podía moverse, era como si algún tipo de fuerza la retuviese en una postura concreta.
-Victoria... Qué nombre más irónico. ¿Por qué me miras así?-
Tenía el ceño fruncido. Estaba a punto de preguntarle dónde estaban, quién era él y cómo sabía su nombre, pero la otra chica se le adelantó.
-¡El hechizo de teletransporte está prohibido! ¿Quién eres y adónde nos has traído? ¿Por qué atacabas a estos chicos?-
-Oh, ¿Vuelves a hablar? Ya has preguntado demasiadas veces las mismas cosas, ¿no te cansas de oír mi silencio?-
-Maldito asqueroso...-
-Mmm... Sois muy patéticas. Se ve que la gente de la misma condición se atrae la una a la otra.- Miró a la chica de pelo celeste.- Si no te hubieses metido donde no te llaman ni siquiera estarías aquí.-
-No puedo ver a gente en apuros y simplemente ignorarlos...-
-Puede que nos parezcamos en algo.- Dijo el hombre con expresión de sorpresa.
-¡NO NOS PARECEMOS EN NADA!-
-Una lástima... Iba a perdonarte y a  tenerte de criada, por un momento me habías caído bien. Pero creo que lo mejor será seguir las órdenes que me den, seguramente me manden matarte.-
La chica miró al suelo, con expresión derrotada. Victoria vio como caían lágrimas de su rostro. Aquella chica iba a morir y estaba sufriendo por su culpa.
-Lo siento... Tranquila , saldremos de esta.-Intentó animarla Victoria.
La chica alzó un poco la cabeza.-Gracias... ¿Victoria?-
-Ese es mi nombre.-
-Yo soy Celeste.-
-Encantada. Celeste, lo siento de verdad... No quería que nadie saliese perjudicado... Gracias por ayudarnos.-
-No importa, no he hecho nada... Al final las cosas han acabado así... No tienes por qué estar agradecida.-
-Lo estoy, poca gente habría hecho lo que has hecho tú hoy.-
-¡SILENCIO, COTORRAS! Ya habéis hablado suficiente. Casi hemos llegado a nuestro destino.-
Victoria se asustó con el grito del hombre, pero era cierto, sin darse cuenta habían avanzado por el pasillo y se encontraban frente a una gran puerta de madera desgastada.
Desprendía una fuerza extraña... Maligna y aterradora, fuera lo que fuese lo que se encontraba tras esa puerta, no podía ser bueno...
Al hombre le bastó con un movimiento de su bastón para abrirlas. Se adentraron en una sala completamente oscura, la tensión era palpable y había algo que le ponía los pelos de punta a Victoria.
Tras avanzar un poco en el interior las dos cayeron sobre la vieja y sucia alfombra roja que cubría el pasillo anterior y el centro de la sala, fue un duro golpe y apenas se habían recuperado cuando las puertas se cerraron violentamente.
De repente, antorchas que había a ambos lados de la sala, se encendieron.
Victoria notó que por fin podía volver a moverse con normalidad e intentó incorporarse, al hacerlo se dio cuenta de que, al fondo de la sala, había una parte más elevada al resto y en ella había un trono.
El hombre que había sentado allí le produjo una oleada de terror, no sabía cómo, pero podía sentir que la fuerza y toda la maldad que notaba en la sala provenían de ese hombre.
Repentinamente, este se levantó.
-Bienvenida, Heredera del Poder*, por fin puedo conocerte y disfrutar de tu presencia. Buen trabajo, Lord Xelsen.-
-Ha sido un placer, mi señor.- El hombre del pelo azul oscuro, del que se acababa de descubrir el nombre, hizo una profunda reverencia.
-Veo que viene alguien más con vosotros.-
-Sí, señor. Es una joven maga entrometida. Aunque me ha resultado interesante que fuese capaz de parar uno de mis ataques...-
-Si es cierto eso deberías acabar con ella ahora o nos dará problemas en el futuro.-
-Si cree que es lo correcto, señor...- Lord Xelsen apretó los puños frustrado.- Que así sea...
-Hazlo ahora, que no pase como otras veces.-
-Solo fue una vez, mi señor y ahora es un granaliado.-
-Sí... Pero era un niño cuando lo trajiste, por eso hemos podido educarlo como es debido. Esta muchacha ya no nos será de ayuda, solo tienes que fijarte en su expresión de rabia.-
-Está bien, mi señor.- Alzó el bastón y apuntó a Celeste con él. La chica, en plena desesperación, se tapó la cabeza con los brazos y se encogió en el suelo.
-¡NOOO! ¡¡Parad!!- Sin darse cuenta, Victoria se había puesto entre Lord Xelsen y Celeste, con los brazos extendidos.-¡Dejadla! Solo me queréis a mí, ¿no? ¡Pues no le hagáis nada a ella! Si la dejáis tranquila haré todo lo que me pidáis, no opondré resistencia.-
El hombre del bastón parecía sorprendido, mientras que el otro estalló en carcajadas.
-Ingenua como tu padre y valiente como tu madre. Me encantas, lástima que debas morir. Lord Xelsen, deja a la maga, ya nos encargaremos luego de ella. Tráeme a la Heredera del Poder*.-
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